miércoles, 2 de junio de 2010

Amanecer en la roca.

Por entre los matojos y los muy espinosos tojos,
acariciados por el amarillo de las retamas,
el verde de los juncales ribetea por la senda
del murmurar calmo de las aguas al amanecer,

la humedad de neblina sube cual humo de brasero,
despereza los ojos el relente del ventanuco;
el olor a café tapa el hondo respirar del mosto
que vivo realza con sus aromas las viejas cepas

y aparece la esperanza que orna toda la natura
silvestre que rodea los hilos altos de las parras,
delicadas ubres de las que se ordeña el sacro zumo,
que colma las secas tinajas con divinos efluvios

del albar riveriño reposado entre el azulado
que honra con las botellas en el Olimpo de la mesa,
al calor del hogar de la lumbre de olorosas brasas
arropadas de churrascos. Revivir en alcoholes

y hallar el alba mirando la luna desde la roca
donde sale la resaca de sentires que precede
al descansar entre las sabanas el crudo dolor
de la fiesta en el Paraíso de los brazos de Baco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario