domingo, 4 de abril de 2010

Romper del alba

Y rompe las cadenas de la noche…
Inúndate de los rayos de Sol…

Romper de la alborada,
en ensangrentadas manos,
del delirio sin sentido
para el que no lo ha nacido.

Romper del alba
para la muerte alejar,
cuan de la mano llega,
con el resurgir que no vi.

Romper del alba,
golpean las sienes
los redobles de la sangre
coagulada de mis entrañas.

Rompe, la calma, el alba;
desazonada la mirada
perdida por los horizontes;
grita seco el corazón.

Romper de la calma al alba,
llorar lagrimas de sangre
coagulada en las entrañas
en la borrasca del ánima…

Romper del alba
entre los sudores fríos,
de las sabanas heladas,
de la soledad abominada.

Sublime canto

Negros los ojos,
azabache la piel,
negros reflejos
de tu cuerpo elegante
desnudo en mi piel.

Acarician mis dedos tus pechos,
tus labios gemires traen a mis labios
y el sabor de tu sexo en mi boca,
te recorre mi lengua entera.

Gozar de sentir tus gemidos
al incrustarnos los cuerpos,
al danzar de las caderas
y las uñas sacan el placer.

Entre tus piernas las mías,
en tu sexo el mío
traen los versos de las entrañas,
nos escanciaran las esencias
y la razón perdida
en el orgasmo que nos grita
el sublime canto de los cuerpos.

Afanes quiméricos

Coarta la línea del horizonte la vista desde la torre
que se señorea en el campo que acopia los cultivos de la Almunia
rodeada por los arenales del pantano ornados de baladre;
recorre la estancia albarrana la timidez, en olor de canfor,

y encamina sus pasos a la escalera, por la que llegan olores
a flores, a dama de noche, en el mediodía que inquiere el frescor
en la sombra de la higuera de tuna que dulce gotea, la savia,
la melaza de sus lágrimas, por sus brevas; y en el poyo la Dama

queda sentada, ruborizada, henchidos los senos al respirar
de la naturaleza que domeñada en huerta y jardín que desprenden
aromas que propenden, que enclaustran, y hallan el espíritu alertando,
el apreciar de los sentidos, alegran la vista con los matices,

perfuman el olfato las hortalizas y lo humores de las flores.
Más allá en el parral jilgueros y gorriones con sus cantos menores;
soleado el ambiente, exultante el sentir, con el pensar extraviado
en ingenuas fantasías de la dulce noche de afanes quiméricos.