Cuatro postes
sostienen el cielo.
Aquellos campos no querían
tranquera,
por dos palabras
levantaron bardas
y se retaron por tu
empeño
en no tener profano dueño.
El río se tiño de
albero
vistiendo de luto tu despecho
el rostro te guardaste
seco
tras el velo no había tormento.
Eras cortesana por
impuesto
del señor de los
adentros.
Entre altos muros
guardaste tus flores,
tras el polvo de los
caminos tú destino:
levantar un mundo de
un solo camino.
Dudaba tu razón mas
escribía tu corazón
por encima de las
murallas de tus sayas,
compuesta de aire tu
alma derramabas
en los brazos
invisibles donde amabas
y entregada confiabas
al dolor tu energía
abriéndote la carne en lágrimas de amor
supuradas por las
yagas del gozo mayor.
Dulce carne virginal
domada con tu haz
arrastrando la verdad
a, la sencillez, su lugar
y construiste tantas
moradas que no dejaste
donde caer tus huesos
cansados de levantarlas,
caro pagaste el papel
y sin precio la piedra,
inscrita de lo oculto,
sorteando los meandros
de medras conciliados en
el cieno de los dioses
antes que en el vuelo
de las Tablas de Moisés.
Duro el paisaje y
tosca la mirada del paisanaje,
sin vituallas tu
merito aún camina con arrestos.
Amaste al amor de tu
Amor acallando los dos,
mandaste en las ventas
y en el mármol del salón
pero tu celda fue el
paraíso donde el sentir liso
retorcía las neuronas
de tu intelecto necesitado
de razones que tu raciocinio
desterró de su sino
para dejarte el hilo
del amor en los malabarismos
donde sangraste el
corazón abierto sin despensas
luchando por cada coma
de tu libertad de mujer
esclava insumisa buscando
en las estrellas la pasión
que al fin te acogió en
el seno vigoroso de lo eterno.
28/02/2015