Relatos cortos (I)

(I)

Esclavos


Siete lentos pasos separan la cabaña de la tabla en la que pescaba; más bien, intentando que los peces se arrimaran a la cucharilla. Llegaban a sus cercanías con elegante despreocupación, se detenían, miraban fijamente, rodeaban la línea y proseguían su nadar.
Yo los seguía con la mirada, recogía el sedal y volvía a lanzar por delante de ellos y la misma secuencia repetían una y otra vez.
En estas, entretenía las tardes hasta la oscurecida que regresaba a la cabaña, me sentaba en el poyo de la entrada y miraba las aguas placidas del río que bajaban hacia el pueblo que se vislumbraba en la lejanía más cercana que lejana; aguas claras que de vez en cuando navegaba alguna atrevida hormiga haciendo malabarismos sobre una hoja aún verde.
En estas horas, primeras de la noche, se dispara la imaginación a los acordes de la orquesta nocturna de la natura: Trinos, gorjeos, silbidos, aullidos y de fondo el soneto de las aguas.
Al amanecer cambiaba la sinfonía y, con la del alba, citaba al día el canto de los gallos que despertaban de una noche de sueños tranquilos y se me enardecían los sentidos con la lujuria del deseo de nadar en las aguas del río que nos lleva.
Que lejos quedan tus manos junto a las mías paseando la ribera de juncos y cañizales,
aquellos días de besos robados en un descuido, de sonrojos no pretendidos, de carreras de adolescentes que se amaban y jugaban a amarse sin consciencia de hacerse esclavos para el resto de sus días.

05/11/2011


(II)

Cuando era un niño


Cuando yo era un niño, callado y metido en mi mundo, ese mundo que se crean los niños y en el que nadie entra, se contaban historias de montes, de lobos, de huidas y de ilusorios personajes.
Historias de chimenea, mitad realidad mitad fantasía, más leyenda o cuento que realidad.
La vida entonces era sencilla, el paisaje era acogedor y acariciaba por encima la tristeza, hoy se que era la tristeza lo que entonces percibía más como un desasosiego que como la razón de la angustia que me acompañaba cada noche al acostarme.
De aquella época debe de venir el no tener conciencia de soñar, no recuerdo un solo sueño acaecido durante el sueño.
Se me viene a la memoria esa extraña sensación, entre el cansancio y desazón que me acompañaba al despertar. Esa sensación de haber estado toda la noche caminado por otros mundos.
Hoy esto sigue ocurriendo, cada mañana me despierto con esa misma sensación de cansancio sin recordar nada de lo sucedido durante el sueño, esa sensación de que este no es mí lugar, que no es este tiempo en el que debería estar.
Será esta la consecuencia del soñar despierto que esconde a la memoria el no tener constancia de los sueños del dormir ni de los sueños que no se hacen realidad.

11/11/2011


(III)

Mesa camilla


En su casa aún tienen la mesa camilla, con su brasero hoy ya de luz, en ella se sientan en las tardes, él con sus libros ya ajados de tanto releerlos, ella con sus revistas y su quehacer de punto, a veces labor de ganchillo, paciente ocupación que se extiende por toda la casa con ese aire de arte escondido que sólo se enseña a las visitas que llegan a la casa.
Alrededor de la mesa camilla va cumpliéndose cada día de largas tardes entre el gris y el negro del invierno y de la noche hasta que llega la hora de la cena, frugal alimento una fruta, quizás un yogurt, acompañados de un vaso de leche, que el medico recomendó tomar lácteos por aquello de no perder calcio.
La vida sin ocupaciones prosaicas se hace monótona rutina, un comentario, un gruñir de asentimiento, un mirar perdido recordando mejores tiempos.
Ay, señor, como es este hombre que vería yo en él, ahí está enfrascado en su libro sin decir palabra, dónde tendría yo los ojos. Un suspiro. Bueno no es tan malo al menos está aunque no diga nada.
Zumban suaves las paginas de libro cuando las van pasando con la lentitud de la caricia que se regala a quien se ama, en esos momentos mira por encima de las gafas de cerca y mira, sigue viendo aquella alegre muchacha que le hizo volverse y seguirla para saber donde vivía.
Y así con miradas de soslayo, pasos de páginas, caricias de las agujas va llegando la hora de acostarse y dormir en el insomnio la espera de un nuevo día.

11/11/2011


(IV)

El divorcio


Después de treinta y seis largos años, llego el momento de la separación.
Días felices y largas noches de vela en tu compañía, el primer beso de cada mañana y el último de cada ocaso, sin olvido ni uno solo de los días que fuiste en mi pecho.
Hoy ya no es posible tenerte en mi aliento ni seguir en tu compañía, me quemas la vida y al final no me queda otra que admitir lo que todos de ti decían y dicen.
Es dificil de asumir pero no hay más excusa, bastante fue la escusa que te permití y poco el beneficio que me diste, tan poco que ahora te maldigo cada mañana por hacerme sumiso de ti y de mi cabezota y terca egolatría.
No aguanto más tus malos humos ni las tos de la mañana, así que, sin sentencia de juez, de mi vida te destierro para eludir el entierro, que te vendieron como edén de los cielos y no eres más que veneno del infierno. De ti me divorcio sin más espero.

15/11/2011

(V)

Manipulación


Estaba el otro día esperando a un viejo amigo en la boca del metro de Sol. Impuntual, como siempre, esta sería la virtud que mejor le definiría, y en él es virtud, es capaz de justificarla amparándose en el gran defecto que lo destaco sobre el resto de nosotros, el preocuparse de los demás olvidándose de si mismo y de sus seres queridos que deja de lado si alguien necesita su ayuda.
No para hasta conseguir solucionar los problemas que se le cruzan en el camino, remueve cielo y tierra, es capaz de mentir, de estafar incluso de llegar a la mayor crueldad para conseguir su objetivo.
Consigue hacer creer que todos sus defectos, sus malas formas son virtudes en él y solo en él.
Podría decirse que es el gran profeta “del fin justifica los medios”.
Y hoy mientras esperaba llegue a la conclusión de que todo él no es más que la máxima expresión del egoísmo haciendo sentir a los demás culpables de todos los males del universo en tanto él sólo pretende ganar un lugar en el Cielo a costa de los demás que realmente son los que terminan ayudando a quienes le pidieron ayuda a él.

18/11/2011


(VI)

La Alameda

Todos los pueblos tienen un lugar por donde pasean los lugareños.
En donde yo nací se pasea por la Alameda que llega hasta los picutos, así se denomina a dos columnas cilíndricas de granito coronadas por un cono que marcan el final del paseo y de la población.
A partir de este punto comienza el monte pinar en el que, entre peñas y rocas, asientan mayormente los pinos jalonados de jarales y praderas, no faltan los zarzales, alguna carrasca, los romerales y tomillares.
En las tardes soleadas de primavera el aroma particular de cada planta se mezcla con el de las demás perfumando la atmósfera.
El paseo por la alameda es lento, con el ánimo reposado, con esa sensación reconfortante e intima que produce el respirar naturaleza.
Si no fuera por que discurre al lado de la carretera sería el lugar ideal donde vivir placenteramente los momentos de holganza de nuestra vida.

21/11/2011