Cansancio que se hace
crónico.
Hastío de tener que
estar,
cuando no se quiere
estar,
que va carcomiendo
voluntariamente la memoria
que ya no sirve de compañera de la soledad.
Y sólo los libros guardan
tu silencio
mientras te hablan de
aquello tan lejano
que sigues soñando
alcanzar,
no porque sea el
paraíso
sino porque te alejara
de lo cercano.
No encuentras descanso
cuando duermes porque
hay que dormir.
Los fantasmas no te
acompañan ni te calman,
los dolores indelebles
aparecen fáciles
con la sutileza, haciendo
hogueras en las entrañas,
destemplando la
templanza del alma.
Atado a tus cadenas te
condenas
a la compañía de los
objetos sin espíritu,
vives en las deshoras que los otros se recogen
para no escuchar las sombras
de tus olvidos.
Miguel Ángel S. L.
(Ángel Saguar)
03/10/2015