Si es dónde llama la
luz,
allá iremos aunque no
sepamos
dónde está el duende
que nos llama.
Los pies irán haciendo
pasos
y los pasos camino
que nunca sabremos si
tendrá destino
o es un ramal perdido
del que tenga por bien
hacernos llegar
adonde nos espera el
duende.
Y nos da igual,
lo importante es
caminar,
los caminos no se
hacen por mucho andar
sino por llegar donde
nos quieren llevar
y queremos vivir lo
que empezó
con un pensar que nos
hizo levitar la razón
sin dejar de tener los
pies en el suelo
aunque con poco asiento.
Decían los antiguos
que lo moderno era lo suyo
y quizás fuera verdad
viendo que cada vez
añoramos más aquellas novedades
ignorando los avances
que ocupan nuestro tiempo
y nos caducan los sentidos
dejando alejarse los sueños
que quisiéramos
alcanzar sin navegar.
Al momento la luz que
nos llama
se vuelve mortecina candileja
que ya no tiene quien
la encienda
porque a nadie tiene
que iluminar
y cuando queremos
despertar
ni hay luz ni
mortecina candileja,
los violines están
callados
y sin reparo suenan ruidosas bocinas.
La resaca trae migraña
y las sienes se arrebatan
de campanas traicioneras
anunciando la
sentencia que nunca se apela
por no haber juez en
la tierra que la pueda revocar.
La sabia naturaleza, de tanto que lo es,
a menudo equivoca su presencia y tozuda se
enroca.
MASL
09/10/2015