domingo, 22 de marzo de 2015

El yo...



Yo… pronombre personal
egocéntrico universo sin consonante
acaparando minúsculos porcentajes del otro yo
evadido sin regreso:

Nebulosa rosácea
descuadrada en el cenital del ángulo de la lejanía
donde convergen agua y  aire
con la calma de la mirada, por viva, apagada.

Neuronas
insaciables de pensamientos destructores
que no saben explicarse
escrutan avarientas los recovecos de la memoria.

Yo… inconsistente,
tácito verbo sin sujeto
en quien suavizar el deterioro,
muralla de cristal descascarillado y desvanecido.   

Negación,
sin posible contestación,
deja invisibles  los imposibles
en las sendas mínimas de los adjetivos sin verbo
donde poder embellecerlos.

Necesidad
que los necios desprecian
y los poetas de la medida no le ven la melodía
por ser reino del silencios
la disformidad que altera sus moléculas.

Yo… ciego
viviendo en el mundo de los remiendos
consumiéndose por hallar los retales de lo entero
vaporosa consecuencia
en la que sólo tropieza en la desinencia.

Necrología
del día a día transitando por la paz
nunca  presente
en el neandertal  despiadado del progreso del ego
obviando la sencillez —in gramatical— del yo.

22/03/2015