El tronco del árbol ya
no permite que los brazos
infantiles lo
abarquen.
A los brazos adultos
ni se les ocurre tal cosa
el ridículo les retrae
la libertad de abrazar
a quien ayudaron a plantar.
El tronco del árbol
ha crecido tanto como
el miedo a recordar
las tardes a su sombra
y aquella negación de
las horas a pasar
con la rapidez del deseo porque llegase la hora.
El tronco del árbol
recordándonos el tiempo,
la verdad de la edad
que no queríamos que
llegarse
y ha llegado
con todos los sueños esperando.
Miguel Ángel S. L. (Ángel Saguar)
13/04/2015