Rasgan suaves las ramas de los arboles
que bordean los macizos de las flores
siguiendo la ribera del rio
en la isla se aparecen tus ojos,
y los trinos de los pájaros empiezan la melodía,
y el rumor del agua sube las calores
refrescando las caras de sudores.
Escalofríos en la espalda nos tiemblan
y el estremecer de tu mano en el paseo
que lleva al final del parque,
donde las fuentes escondidas
gimen al cielo los chorros de los manantiales
y canta tu voz la melodía del amor
en mis labios trémulos que te cantan sin decir
los relatos que salen de las almas.
Y en Aranjuez un ciego vio el cielo,
y nos lo entrego entero, para sentirnos cielo.
29/05/2011