jueves, 1 de enero de 2015

A ninguna parte



Lunas y arenas unidas.
Soportando el estrés llega el ocaso.
Se hace liviano el peso de la luz
y el volumen se empequeñece.

Dos farolas enfrentadas y ambas se apagan;
ronda la muerte
y en el cristal de la ventana de enfrente se mecen calladas
las ilusiones del trapisondista

en la cuerda floja de una cuartilla con líneas torcidas.
Se hace el día con el hielo por consigna y amanece en el calor de la mesa camilla
una noche más de vigilia rompiendo los sesos,

cenizas apagadas donde las brasas antes mandaban,
el brío aterido y secuestrado por el temor a un nuevo estadio
en la subida a ninguna parte de las aguas amargas.

01/01/2015