Y escuchábamos el correr del agua
sentados en la hierba de la ribera.
Acompañaba el susurro del viento
hablándole a los chopos de leyendas
de amor imposible en aquellas tierras.
Las manos se apretaban palpitantes.
Las memorias guardando los instantes.
Y…
los labios silenciosos se entregaban
las palabras halladas en el alma
tan hermosas cual las añejas rosas.
Miguel Ángel S. L.
febrero 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario