domingo, 4 de abril de 2010

Afanes quiméricos

Coarta la línea del horizonte la vista desde la torre
que se señorea en el campo que acopia los cultivos de la Almunia
rodeada por los arenales del pantano ornados de baladre;
recorre la estancia albarrana la timidez, en olor de canfor,

y encamina sus pasos a la escalera, por la que llegan olores
a flores, a dama de noche, en el mediodía que inquiere el frescor
en la sombra de la higuera de tuna que dulce gotea, la savia,
la melaza de sus lágrimas, por sus brevas; y en el poyo la Dama

queda sentada, ruborizada, henchidos los senos al respirar
de la naturaleza que domeñada en huerta y jardín que desprenden
aromas que propenden, que enclaustran, y hallan el espíritu alertando,
el apreciar de los sentidos, alegran la vista con los matices,

perfuman el olfato las hortalizas y lo humores de las flores.
Más allá en el parral jilgueros y gorriones con sus cantos menores;
soleado el ambiente, exultante el sentir, con el pensar extraviado
en ingenuas fantasías de la dulce noche de afanes quiméricos.

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